Último día de peregrinación. Rumbo a Sahagún de Campos donde el camino madrileño entronca con la ruta tradicional. Saliendo de Medina de Rioseco hay dos alternativas, o bien dirigiéndonos por Moral de la Reina o bien por Tamariz de Campos, a través del Canal de Castilla, aunque ambas rutas confluyen en Cuenca de Campos. Yo me decanto por esta última y así poder rodar durante ocho kilómetros por los antiguos caminos de sirga por donde las caballerías avanzaban lentas tirando de las pesadas barcazas que transportaban todo tipo de productos en su intento por alcanzar los puertos del Cantábrico.
Esta obra de ingeniería de los siglos XVIII y XIX, no deja de sorprenderme. A pesar de haberla disfrutado en piragua, en bici, en barco o, incluso, porque no decirlo a nado, siempre descubro cosas nuevas. Es un lugar para perderse. El frescor del lugar, la sombra de sus chopos, el rumor de las aguas, el colorido de las hojas o la sinfonía de los pájaros es un espectáculo regalado gratuitamente a los peregrinos. Es curioso pero esta gran obra de la ilustración, realizada a pico y pala pero de una perfección total es otro camino, el camino de la razón, que por unos kilómetros coincide con otro camino, el de la fe, el camino de Santiago.
Abandono la dársena riosecana, un verdadero puerto interior de unas dimensiones espectaculares. Atrás dejo la fábrica de harinas san Antonio y las antiguas paneras, hoy reutilizadas felizmente para el turismo.
Tras cruzar los puntes de Villalón y de Moral, la ruinosa fábrica harinera de la esclusa séptima se abre ante mis ojos. Qué pena que una obra arquitectónica de esta envergadura pueda perderse para siempre. Un vistazo al ingenioso funcionamiento de la esclusa y pronto me acerco hasta la localidad de Tamariz de Campos, cuyas iglesias recuerdan su esplendoroso pasado.
Cuenca de Campos es una de las poblaciones que más y mejor han apostado por el camino, fundamentalmente porque su alcalde, Faustino González, ‘Tinín’, es uno de esos locos apasionados y enamorados del camino, capaz de ‘inventarse’ hace seis años un albergue cuando nadie conocía y mucho menos creía en esta ruta. Además los vecinos de esta localidad se han concienciado de la importancia del camino y llevan la auténtica hospitalidad, esa hospitalidad primitiva y original, que en muchos casos se ha perdido, hasta límites insospechados. Y si no para muestra un botón. Fíjense la anécdota más bonita que me ocurrió en esta población, que jamás podré olvidar y que demuestra la acogida que estas gentes brindan al peregrino.
A llegar a la plaza Mayor me acerqué hasta la furgoneta en la que el panadero despachaba el pan diario. Quería una simple barra de pan para la comida. Allí se encontraban también algunas mujeres comprando y cuando fui a pagar la barra, no me permitieron ni si quiera sacar el dinero. Me invitaron con una alegría, que realmente me hizo reflexionar en lo que es la verdadera hospitalidad del camino y en el buen corazón de sus gentes.
Una simple barra de pan que a mí me supo a gloria con buen chorizo de la tierra sentado en las escaleras del rollo de justicia que luce en la plaza Mayor de Villalón de Campos, siguiente población en la que el peregrino puede disfrutar de un gran patrimonio.
En Villacarralón entablo conversación con un paisano que me quiere vender su casa de adobe. Antes de llegar a Santervás de Campos, paro un instante en el moderno canal de riego Cea-Carrión y pienso la diferencia en su construcción con el Canal de Castilla, donde una máquina abría un surco en la tierra. Qué diferencia con el pico y la pala, y el sudor de miles de hombres que se necesitaron durante casi un siglo para excavar el Canal de Castilla.
En Santervas, localidad natal del hospitalero de rioseco, Alejandro Ovelleiro, Jano, es de recibo contemplar la iglesia de los Santos San Gervasio y San Protasio, cuya cabecera es uno de los primeros ejemplos del románico-mudéjar castellano.
El sol del verano ha achicharrado los girasoles, que en muchos casos, ya sólo se siembran por la subvención. Un sol que a pesar de lo avanzado de septiembre todavía sigue calentando. Atravieso las dos últimas poblaciones, Arenillas de Valderaduey y Grajal de Campos y enseguida llego al punto final, a la meta, de este camino, Sahagún de Campos, donde el otro camino el tradicional o francés (me niego a llamarlo el auténtico, porque auténticos son todos) atraviesa la localidad visitando las iglesias de San Tirso y San Lorenzo, e incluso un improvisado museo de la Semana Santa. Aquí termina el camino madrileño y empieza el de Roncesvalles, ya sólo quedan 355 Km a Santiago de Compostela, pero esto, si me lo permiten, lo dejaré para mejor ocasión.
Ahora quiero disfrutar con los recuerdos del camino de Santiago de Madrid, donde la historia, el arte, la cultura, el paisaje, la gastronomía, las gentes, la belleza, la tierra, el agua y el aire se mezclan armoniosamente. Evocar algunas de las sensaciones experimentadas por un peregrino, que ha intentado transmitir en esta conferencia, que espero haya sido de su agrado, una experiencia personal, animando a todos ustedes a que continúen este camino y continúen con su promoción. Y por su puesto invitando a todas a aquellas personas que no lo conocen a que alguna vez puedan recorrer el camino, aunque sólo sea en un pequeño trayecto, pero también me conformo con que mis palabras y sobre todo mis imágenes hayan servido para que ustedes, querido público, se hayan hecho una ligera idea de lo que es esta ruta, esta ruta de la fe, esta ruta del amor.
2 comentarios:
Vaya soy el primer habitante de Villeguillo en enterarme que en mi pueblo, donde vivo hay un monolito o hito miriametrico de la Diputación donde pone esa inscripción. Por favor publique cosas verídicas esa foto corresponde a otro pueblo
Vaya soy el primero en enterarme de Villeguillo que justamente a 10 metros donde vivo hay un mojón con la inscripción "se hace camino al andar"
Por favor publique cosas verídicas. En Villeguillo si pasa el camino de Sentiago pero esa foto corresponde con otro pueblo
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