jueves, 3 de mayo de 2007

CUARTA ETAPA: COCA-MEDINA DE RIOSECO (105 KM.)

La cuarta etapa se presenta como una de las más largas del camino. Madrugo porque quiero llegar hasta Rioseco, Medina de Rioseco, la Ciudad de lo Almirantes, o lo que es lo mismo mi casa. Son muchos kilómetros pero al menos lo intentaré.
De nuevo, saliendo de Coca me adentró en un inmenso pinar. La señalización no es muy abundante y hay algunos problemas para seguir el camino. Esto me cabrea pero enseguida me doy cuenta que también tiene algo de primitivo. En el origen de las peregrinaciones a Santiago no había indicaciones, sólo la Via láctea y la buena fe de los peregrinos permitían que todos los caminos llevasen a Roma, o mejor dicho a Santiago. Además pienso que quienes pintan las flechas amarillas no son más que amigos del camino que ponen a disposición sus ratos libres para tan loable iniciativa.
Por eso no me desanimo y sigo pedaleando hasta el siguiente pueblo, Villeguillo, donde existe un monolito con una apropiada inscripción: “Hacemos camino al andar”. Por cierto, sigo sin encontrarme con un solo peregrino. Tal vez mejor así y huir de las aglomeraciones y de la masificación en la que se ha convertido el otro camino, especialmente en año Santo, donde a veces más que una peregrinación parece una marcha de senderismo o de cicloturismo perfectamente organizada. Aquí todo es más sencillo, más primitivo, si me permiten, más puro y verdadero.

Pronto entro en la provincia vallisoletana, -ya estoy en casa- pienso, y visito la primera localidad de la provincia: Alcazarén, antiguo cruce de caminos medievales y cuya iglesia parroquial está dedicada a Santiago.
La siguiente población es Valdestillas con su puente del ferrocarril sobre el río Adaja y Puente Duero, con su moderno y acogedor albergue para peregrinos. Es curioso pero como ya mencioné antes en el camino vallisoletano hay más albergues que sumando todos los que nos encontramos desde Madrid, además se ha señalizado con mojones cada kilómetro del camino.

Enseguida llego a otra localidad histórica del camino: Simancas, donde sin duda destaca su fortaleza a los pies del Pisuerga, sede del Archivo General. Al dejar esta localidad me adentro en otra comarca: los Montes de Torozos, en los que una esbelta torre indica que me aproximo a Ciguñuela, cuya iglesia de San Gines encierra dos imágenes de Santiago, una como peregrino y otra como matamoros.
Los caminos serpentean suavemente sobre algunas pequeñas lomas y el verdor de los pinares ahora tienen tintes ocres y dorados, para dirigirse a Wamba, la única localidad que conozco en la que los huesos son auténtico arte, como ese sorprendente osario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

La meseta se hace más espectacular, incluso, a lomos de una bicicleta. El penúltimo pinchazo, y me aproximo a Peñaflor de Hornija, una localidad enclavada en una isleta en medio de la inmensidad de un océano de tierra, cuya iglesia de Santa María parece un barco encallado en busca de nuevos mares.
Desde esta localidad hasta Castromonte hay que cruzar un monte denso, de tierras rojizas, y de conejos revoltosos que se cruzan a mi paso. El caserío de piedra de Castromonte se deja ver en la lejanía y un simpático mural anima el camino del peregrino, de una de las localidades que también se están volcando con esta ruta jacobea con la creación de un nuevo albergue.
Tras beber agua en la fuente de esta población, otrora conocida, precisamente, por su agua mineral, desciendo hacia Medina de Rioseco, no sin antes hacer una pequeña parada en Valverde de Campos, y contemplar los numerosos palomares que salpican las rastrojeras.

Por la antigua vía del tren Burra, avanzo, a buen seguro, mucho más rápido que el histórico ferrocarril y pronto avisto la Ciudad de los Almirantes, recortada en el horizonte con esas tres iglesias catedralicias, que son auténticos faros para el peregrino, que en mi caso me conducen a Santiago.
Por supuesto, la primera parada obligatoria es en la iglesia de Santiago de los Caballeros, probablemente la iglesia de todos los caminos con más veneración al apóstol. Sus fachadas, su impresionante retablo, sus bóvedas y hasta el más insignificante detalle delatan una veneración a Santiago que aparece en todas sus facetas: Apóstol, peregrino, matamoros y discípulo inseparable de Cristo. El crucero inaugurado por el cardenal Fray Carlos Amigo nos recuerda que estamos en el buen Camino.

Medina de Rioseco debe convertirse en una de las ciudades referente del Camino de Santiago de Madrid; en la auténtica ciudad de Santiago por peso histórico, artístico, cultural, gastronómico, hospitalidad, una hospitalidad que por cierto está encarnada en los hospitaleros de Rioseco, Alejandro Ovelleiro, Segismundo Villar y Mariano Muñoz, que provisionalmente junto a toda la gente riosecano del camino han hecho de la asamblea local de la Cruz Roja su improvisado albergue, donde acoger a los peregrinos, hasta que definitivamente los almacenes de la dársena del Canal, que están siendo magníficamente restaurados, puedan convertirse en uno de los albergues más encantadores de la ruta jacobea junto a la refrescante lámina de agua del histórico Canal de Castilla.

Es cita obligada visitar las otras catedrales que se perfilan en la ciudad: Santa María, con su capilla de los Benavente, que ya dejó prendado al gran Eugenio D’ Ors cuando la definió como la ‘Capilla Sixtina de Castilla’, o la iglesia de Santa Cruz, con su museo de Semana Santa, manifestación religiosa, artística y tradicional más importante de la localidad, o la iglesia conventual de San Francisco, donde próximamente se instalará un museo sacro.
En mi caminar por las vetustas calles de la que un día fue considerada como la India Chica, al pasear por ese espectáculo de luces y sombras, de maderos y losas, de desequilibrio armónico que es la calle Mayor riosecana, anoto en mi diario que sería conveniente señalizar el camino en la ciudad a su paso por los principales monumentos y calles riosecanas con algún distintivo jacobeo que guié al peregrino y recuerde que Rioseco es parte fundamental de este peregrinar a Santiago, como por ejemplo la vieira de bronce que recorre las calles leonesas.

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