martes, 8 de mayo de 2007

PRIMERA ETAPA: MADRID-NAVACERRADA (61KM.)

Todo empieza en Madrid, en la capital de España, en una de las ciudades más cosmopolitas de Europa. Dicen que de Madrid al cielo, yo en este caso digo de Madrid al Camino, al Camino de Santiago.
Llego a la gran ciudad un 18 de septiembre, mi padre me ha trasladado hasta allí y conmigo todo el equipaje necesario y, por supuesto, la otra protagonista de esta historia, mi sufrida bicicleta.
Aprovecho la tarde anterior para hacer algo de turismo por la ciudad, visitar la catedral de la Almudena, donde esos días permanecía expuesta la exposición ‘Inmaculada’. Su interior modernista no deja indiferente a nadie y sin duda contrasta con algunas otras iglesias existentes a lo largo del Camino. Tras visitar el Palacio Real, me mezclo entre los miles de almas que deambulan por las calles y avenidas madrileñas y me asalta la duda. ¿seré el único peregrino que mañana partirá desde aquí?. Es curioso entre más de tres millones de personas uno sólo. Me da que pensar.

Pero el primer momento del verdadero camino ocurre en la iglesia de Santiago, un coqueto templo de cruz griega dedicado por entero al apóstol, donde el párroco Antonio me da la bendición del peregrino y me ‘envía’ a Santiago, en un emocionante momento que jamás olvidaré, en este improvisado kilómetro cero de mi peregrinación.

Las luces de neón ya se han apagado, la ciudad se despereza, y el día comienza su estresante rutina en la gran urbe. En medio de las prisas, del tráfico acelerado, de los atascos, del ruido y de la contaminación, allá me lanzó yo con toda la precaución dispuesto a cruzar alguna de las avenidas más importantes y emblemáticas de Madrid. Plaza España, Cibeles, Paseo de la Castellana donde aún se encuentran las gradas que dos días antes acogieron el final de la Vuelta Ciclista a España y allá voy yo pedaleando por donde horas antes lo hicieron los grandes del pelotón internacional, Plaza Castilla, donde inmortalizo el momento en medio de las populares torres Kio, los hospitales de la Paz y Ramón y Cajal son sólo algunos de los puntos más destacados de mi ruta urbana.

Pronto me topo con las primeras flechas amarillas, tan cotidianas y amistosas para los peregrinos, y ya me siento cerca del camino y de los amantes de esta ruta.

Fuencarral es la primera población que me encuentro tras la salida de Madrid y de ahí por un tortuoso y complicado, pero a la vez sugerente sendero, que circula entre la vía del tren y la tapia del Pardo, me dirijo a Tres Cantos. Antes de llegar a esta otra ciudad dormitorio, converso con otro ciclista que circula por un carril bici y que me da algunos consejos para llegar a la siguiente población: Colmenar Viejo.
El día es precioso pero mis sensaciones en la bici no son buenas, las piernas me pesan demasiado y creo que me tocará sufrir. Un descansito en la plaza mayor de Colmenar y tras visitar por fuera la basílica, pues esta cerrada, me alejo por una preciosa cañada que pronto desembocará en un peligroso descenso, donde me distraigo mirando la preciosa estampa de una vaca brava frotándose la cornamenta contra una encina y me caigo violentamente.

Aparentemente son sólo unos rasguños pero la rueda delantera de la bicicleta ha sido muy dañada y esto marcará toda la ruta, porque para colmo el taller de reparación de bicicletas más próximo se encuentra en Segovia. Casi nada. Pero no desespero hago unos pequeños arreglos en mi máquina y comienzo – como puedo - una dura subida hasta la localidad de Navacerrada, que aunque no era punto final de este primer día, decido fijar allí mi descanso, confiando en que al día siguiente las cosas mejoren.

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